5 de julio de 2011
Ajustes al lenguaje.
La izquierda en Guerrero ya no es solo oposición, es gobierno. Y eso reclama un ajuste al lenguaje y a las actitudes de los hombres y mujeres que hoy ocupan alguna responsabilidad. Por el número de posiciones en la estructura de gobierno, nunca la izquierda fue tan fuerte como ahora. Y sin embargo, de vez en vez, con una constancia digna de mejores causas, atenta contra las reglas e instituciones que modelan la política y nuestro Estado de Derecho.
Pasado el entusiasmo y las evidentes torpezas en sus declaraciones iniciales en temas que debieran conocer, cabe esperar que la izquierda sea funcional en el gobierno que integran; sin olvidar que el poder es un transformador de personas muy potente y con frecuencia produce resultados inesperados, más si se ve cerca Los Eucaliptos.
La izquierda guerrerense está viviendo esa insensible capitulación de la institucionalidad. Funcionarios muestran signos de confrontación con un estilo que los conduce siempre desde una batalla innecesaria hacia un combate inútil. ¿A qué distancia se está del próximo embate?, El resentimiento, cuando no el odio, es tan evidente en sus declaraciones que sus presuntos enemigos, con la paciencia de Job, terminarán por convertirse en víctimas de una persecución política. Las sociedades nunca se colocan del lado de los victimarios. Yo creo que más que buscar responsabilidad en el pasado hay que sumarnos todos al esfuerzo para resolver los problemas de Guerrero. ¿Alguien podrá negar que muchos de los actuales funcionarios formaron parte de administraciones anteriores y, por cierto, no con buenos resultados?
Los ataques desembozados dejan al descubierto intenciones reñidas con el más elemental sentido común. Es importante emerger de tanto bochorno y restaurar el respeto que nos debemos.
El Estado pierde autoridad cuando se convierte en un Estado generador de conflictos y de ilegalidad.
Los jefes de corrientes parecen no querer ni reconocer límites organizativos a su acción –prefieren la interlocución directa con el jefe del Poder Ejecutivo-, “porque así se estableció desde la campaña”, refieren. Con agendas, ritmos de trabajo y limitantes propias las corrientes y partidos coaligados que integran el actual gobierno, no han logrado construir una casa habitable ni estrategias de comunicación institucional que les dé sentido y rumbo, situación que depone, en los hechos las tareas consustanciales al cargo de Secretario de gobierno, por ejemplo, y hace vulnerable a todo equipo de gobierno. Las presiones por todas partes saltan a la vista. El líder que podría amalgamar las fuerzas y resolver las diferencias parece rebasado por los acontecimientos.
Este es el horizonte que preocupa. Hace falta recuperar la institucionalidad y definir con claridad las rutas de navegación del actual gobierno, no hay, hasta ahora, un camino predecible. El tiempo es corto y el dinero poco.
Con un gobernador fiel a su pensamiento sistémico, la izquierda está obligada a procurar una imagen pública de confiabilidad. Para ello debe cambiar, empezando por el lenguaje.
No puede seguir actuando con las mismas prácticas que se dan en el partido, hoy se encuentran dentro de un gobierno donde sus principales funciones tienen responsables. Nadie ignora la cantidad de concesiones que se tuvieron que hacer para triunfar en las pasadas elecciones. En muchos casos no llegaron los mejores, ni los más aptos, ni aquellos que contaban con experiencia, sino los que eran más convenientes para los partidos coaligados, pese a lo mínimo de su experiencia o su probada ineptitud. Hoy la política es distinta, lejos de significar un avance, ha representado para las cúpulas partidistas una oportunidad de oro para poner a sus incondicionales en la estructura del gobierno. Lo que es facultad del jefe del ejecutivo, el nombrar con toda libertad a sus colaboradores, en la práctica resultó ser una potestad de las cúpulas partidistas o de sus amigos que abrazaron la ruptura que tuvo el candidato con su ex partido. Esto explica –que no justifica- la presencia de un gabinete leal (cuasi familiar) y otro legal, para subrayar quienes son en los hechos sus incondicionales. Años en la política le han enseñado al gobernador Ángel Aguirre Rivero que sobrevivir en el medio requiere una gran dosis de desconfianza. Atmosfera que limita mucho la posibilidad de trabajar coordinadamente y que ante la opinión pública desacredita a todos. Las implicaciones prácticas, legales y políticas son impredecibles, esperemos que Guerrero no tenga que pagar con altos costos de bienestar este “juego democrático”.
aresza2@hotmail.com
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