15 de agosto de 2011
Rechazados.
Si los responsables del mundo son todos venerables adultos, y el mundo está como está, ¿no será que debemos prestar más atención a los jóvenes?
Mario Benedetti
Si el futuro de Guerrero es incierto, el de los jóvenes está cancelado. Es este sector el más golpeado. Sin oportunidades de estudio ni de trabajo nuestra juventud literalmente está en la calle; en la calle buscando empleo o un lugar en la Universidad Autónoma de Guerrero para continuar sus estudios. En ambos casos son rechazados, no habrá mas camino para ellos que aquel que supuestamente nuestras autoridades federales, estatales y municipales declaran combatir: la delincuencia. La indiferencia a sus reclamos los llevará a convertirse en reservas para los grupos del crimen organizado.
Nadie se ocupa de sus protestas. La matrícula está cubierta en las disciplinas que desean estudiar, declara el rector. “Sólo tuvieron cabida, es cierto, aquellos que pasaron el examen de admisión”, pero también es cierto, aquellos aspirantes privilegiados inscritos por la cuota de espacios que la universidad otorga a sus trabajadores y otros, que obtuvieron el favor de funcionarios universitarios que aspiran a la rectoría. Serán el voto duro del candidato que incuba Villegas Arrizón. A los otros, que pretenden estudiar en áreas de la salud, se les ofrece una opción: registrarse en carreras que no son de su interés o, sencillamente, inscribirse en instituciones particulares, como si la economía estuviera en bonanza. Existen serias denuncias de exorbitantes cantidades de dinero que exigieron directivos de escuelas para inscribir a alumnos de primer ingreso en estas áreas tan demandadas. El silencio cómplice de la autoridad es la respuesta. Esta es la realidad universitaria, la que ha podrido y seguirá pudriendo la formación de nuestra juventud.
De los rechazados nadie se ocupa. Están solos en su legítimo reclamo. El proceso de selección está viciado de orígen. “El movimiento está politizado”, declara el preclaro Ascencio Villegas Arrizón. Claro que está politizado, no el movimiento, sino la política educativa de la universidad, el método de elección de Rector del cual él es producto y las practicas oprobiosas de sus funcionarios.
La huelga de hambre es la medida extrema a la que puede recurrirse para atraer la atención a la que tienen derecho los jóvenes, atendámoslos antes de que sea demasiado tarde. “No es así como se obtiene el pase a las escuelas”, dice el rector. Si no tienen dinero para pagar las cuotas exigidas o el favor de su delfín a la rectoría, ¿entonces como? Sin demagogias ni compromisos para mañana hay que ofrecerles ahora una educación gratuita y de calidad. ¿Qué sentido tienen los programas de ayudas públicas para familias numerosas o de apoyo a madres solteras, cuando les negamos el elemental derecho a estudiar una carrera universitaria? Ningún desarrollo se construye con dádivas. ¿Por cierto que hace un rector de la Universidad en un evento de entrega de escrituras?
¿Por qué no convocar a una reunión del gobernador Ángel Aguirre Rivero y su secretario de Salud; el rector de la universidad, los señores diputados integrantes de la Comisión de Educación del Congreso del Estado (que preside por cierto un ex rector de la UAG) y encontrar la respuesta más adecuada a las expectativas de nuestros jóvenes, sin romper “los estándares de calidad”? Y conste que no se trata de respuestas de administraciones de izquierda, sino de elemental justicia.
Entiendo que en la actual coyuntura se gobierne con pocos recursos, pero es incomprensible que se gobierne sin ideas. Recuerdo que en aquella prolongada huelga de la UNAM, ante la imposibilidad de usar las instalaciones, un gran número de actividades se desarrollaron en lo que se denominó “clases extramuros”, sobre todo en áreas de la salud, que se impartían en clínicas y hospitales del sector público, con resultados altamente satisfactorios. El problema de la UAG no es sólo financiero, sino de pérdida de identidad y consecuentemente de afinidad con los jóvenes guerrerenses. Nuestra universidad, empantanada en su esquema de cuotas –que sí es un problema estructural– no tiene un modelo educativo y por lo tanto no hay políticas educativas para el desarrollo.
Su crecimiento y razón de ser no debe estar basado en la burbuja de la construcción de espacios educativos, hay decenas de ellos subutilizados y cientos de maestros que no están ante grupos, dedicados a actividades extrauniversitarias. De corregirse esto, habrá mayores posibilidades de inscribir a los alumnos rechazados.
Ningún desarrollo social es posible si no pasa por la educación de su gente. Lo demás es demagogia y ocultar nuestras miserias económicas y educativas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario