El hambre es la expresión mas infame de la pobreza. Vivimos en un mundo en el que está muy extendido el problema del hambre y la desnutrición y en el que cada día es más frecuente la hambruna. Apenas podemos hacer nada para remediar estas desesperadas situaciones. Existen razones fundadas para sentirse pesimistas, y también hay motivos convincentes para suponer que el hambre y las privaciones son algo inmutable.
El hambre está relacionada no sólo con la producción de alimentos y la expansión de la agricultura, sino y sobre todo, con el funcionamiento de toda la economía e –incluso en términos más generales- con el funcionamiento de las instituciones políticas y sociales que pueden influir directa o indirectamente en la capacidad de los individuos para adquirir alimentos y gozar de salud. La debacle financiera en el mundo, nos ha hecho olvidar la crisis alimentaria.
“Vamos a tener mil millones de hambrientos y la crisis puede empeorar la situación. Además, tenemos el desafío de doblar la producción de alimentos, cuando la población mundial sea de 9 mil millones de personas”, advirtió el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Otros expertos ya afirman que el hambre a nivel mundial llegó a la cifra record de mil 20 millones de personas, es decir, alcanza a una de cada seis personas en el planeta, la mayor cifra en la historia de la Humanidad.
Lo más grave es que en años recientes, se sumaron 110 millones más de seres humanos a la estadística del hambre. Una mezcla explosiva de desaceleración económica mundial y precios de los alimentos que se empeñan en permanecer altos en muchos países, ha empujado a estos 110 millones mas al hambre y la pobreza.
Los factores que desataron la crisis alimentaria siguen presentes: La productividad agrícolas es baja, la disponibilidad de agua y la tenencia de la tierra son problemas importantes, la frecuencia de las inundaciones y las sequías es creciente. Las inversiones en investigación y desarrollo agrarios son mucho menores que lo recomendado por los expertos y no se orientan a los cultivos más importantes para los pobres, afirma el brasileño José Graziano da Silva, representante regional del organismo, con sede en Chile, a propósito de la conmemoración del día Mundial de la Alimentación.
Jean Ziegler, ex relator especial sobre Derecho a la Alimentación de la ONU, da datos espeluznantes: Cada cinco segundos muere de hambre un niño menor de diez años, cada cuatro minutos alguien fallece por falta de vitamina A, cada día 24 mil seres humanos perecen por falta de alimentación y 100 mil por las consecuencias derivadas de la desnutrición. “Se trata, de un exterminio tan políticamente correcto como fríamente programado”, escribe Vicente Romero.
Si la FAO afirma que los efectos del cambio climático pueden llevar a la reducción de la producción de hasta 30% en África y 21% en Asia, no se entiende que al mismo tiempo vea soluciones alimentarias dentro del capitalismo.
Se sabe que el calentamiento global ha traído variabilidad del régimen de lluvias y fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes, entre ellos inundaciones y sequías. Que se reducirá la disponibilidad de agua y se incrementarán las plagas y enfermedades de animales y plantas. Esto nos lleva a afirmar que la situación corresponde a una crisis estructural, sistémica.
En ayuda a la agricultura de los países en desarrollo gastan 7 mil 900 millones de dólares, cuando se necesitan 44 mil millones.
Han llevado a un mínimo histórico la ayuda humanitaria de modo que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas dispone de mil 179 millones de euros, frente a los 4 mil 585 millones que precisan para dar de comer a 108 millones de empobrecidos en 74 países. Suprimen o limitan gravemente la alimentación a países como Bangladesh, donde hay 700 mil niños amenazados de muerte por hambre, y reunen de 2 mil 200 a mil 500 las calorías diarias a los desplazados de Somalia o a los refugiados de Kenia.
Josette Sheeran, directora del PMA, asegura que bastaría con dedicar a la lucha contra el hambre “menos del uno por ciento del dinero público invertido en ayuda a las entidades financieras”, en el último año para resolver este problema. Sin embargo, no lo hacen pese a que desde 1996 se aprobaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio, comprometiéndose a reducir a la mitad la pobreza extrema y el hambre para 2015.
En esta línea de aniquilamiento, los privilegiados dispondrán de más recursos, energía, minerales, sin importar las víctimas del hambre.
Vivimos en un mundo de una opulencia sin precedentes, difícil incluso de imaginar hace cien o doscientos años, como consecuencia de ello, vivimos en un mundo de notables privaciones y miseria. Hay muchos problemas nuevos y viejos y entre ellos se encuentra la persistencia de la pobreza, privaciones que de una u otra manera, se observan en países ricos y en mayor medida, en los países pobres.
La superación de estos problemas constituye una parte fundamental del ejercicio del desarrollo. Por razones de sobrevivencia elemental de nuestra especie no podemos permitir la persistencia de este modelo excluyente.
Mientras tanto, es de sentido común que la agricultura y los pobres deben tener prioridad en las políticas públicas de los gobiernos.
aresza2@hotmail.com
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