En memoria de Laska,
No tuvo más universo que el hogar que la acogió, inmenso y cálido.
No es la inseguridad precisamente el mayor de nuestros males. Es nuestra clase política, sin visión ni proyecto alguno. Sedienta de poder y carente principios. No hay más explicación para entender los grandes problemas que tiene Guerrero.
Usted, amable lector, no encontrará un político cuya pobreza se compare a miles de guerrerenses que apenas comen. Con cinismo repiten que “son producto de la cultura del esfuerzo”, ¿de cuál esfuerzo si apenas acudieron a las aulas escolares?, alcanzando licenciaturas o posgrados, con investigaciones con la originalidad y calidad profesional de un estudiante de nivel medio superior.
El caso guerrerense, si bien no es atípico, tiene sus particularidades. Hay estudios serios sobre los procesos de reclutamiento de los grupos políticos en México, que van de las aulas universitarias a compartimientos en el ejercicio profesional. “México ha desarrollado un sistema peculiar que en gran medida es resultado del personalismo, nepotismo y cooptación; porque la lealtad personal, más que la ideología, sigue siendo la característica que predomina en la cultura política”, escribe Roderic Ai Camp (Los líderes políticos de México. Su educación y reclutamiento). Pero la lealtad se explica por la obediencia y la complicidad, no por lo valores personales de los integrantes de la camarilla.
Este aspecto del personalismo no implica que todos los funcionarios dependan solo de la amistad para crearse un lugar dentro del aparato administrativo, sino que el acceso a esas personas al gabinete por razones de la amistad o el parentesco, les da una oportunidad mayor. Peter McDonought, ha encontrado que la amistad y las relaciones familiares son importantes para las elites políticas. Concluyó que “las oportunidades para ascender en el sistema están condicionadas por los vínculos creados en los años formativos de las personas que integran las elites. En consecuencia, el gobernante tiende a depender más de los familiares, viejos amigos y compadres para que ocupen posiciones de confianza. Las otras posiciones (secretarias formalmente iguales a las que ocupan sus amigos o familiares) pueden ser asignadas a grupos o personas que se comprometieron en su candidatura, pero que carecen del respaldo político y financiero. Estos estudios realizados en el México dominado por un solo partido, no deja de tener vigencia en la “pluralidad” partidista. Su funcionamiento es mas grotesco, patético.
Aunque es una característica general del sistema político mexicano en todos los niveles, asume mayor importancia en estados como Guerrero en donde los grupos políticos, más que eso, son verdaderas camarillas, término que conjuga los compromisos, lealtades e inmoralidades de la práctica política, representados en una pirámide del poder, de hombres y mujeres cuyo lugar común, independientemente del trato que se les dispense, es la lealtad al jefe en turno.
La camarilla principal son los incondicionales del gobernante (funcionarios o representantes populares), amigos de infancia o de relaciones de carrera, la mayoría de ellos. Las camarilla secundarias con frecuencia están encabezadas por los miembros del primer círculo, con sus propias aspiraciones, fracturas internas y celos de poder.
Sus identificaciones se modifican a medida que va agotándose el periodo de gobierno del jefe o cambia la suerte política del conjunto de la camarilla, por lo que no es extraña sus defecciones, sus mezquindades y pérdidas de lealtades. Tiempo después, es común que la relación protector-protegido, se invierta y, en no pocos casos, los más beneficiados se conviertan en adversarios y paseen su ingratitud en otros grupos.
Pero si el costo de la permanencia al grupo fue la humillación y la falta de respeto en el trato, mañana será oportunidad para ventilarlo.
Estos y otros elementos explican nuestra mal denominada “cultura política”, la cultura del atraso, del saqueo, de la ingratitud y del autoritarismo.
aresza2@hotmail.com
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