25 de febrero de 2014
Estado y grupos de autodefensa
La incertidumbre y la inestabilidad marcan esta hora de Guerrero, situación que prolonga nuestro interminable camino hacia gobiernos que los caracterice la eficiencia, la honradez y la pulcritud en el servicio. Un Estado maltrecho, pobre y con grandes aspiraciones de alcanzar la justicia plena, exhibe un desolador panorama por la inseguridad. La ineptitud está colocada en altos puestos de la administración pública. Pero no está sola, le acompaña y danza con ella la corrupción, en ese reino de los intereses creados. No hay políticos, pues, en el sentido prestigioso que alguna vez tuvo la palabra. Pero tampoco hay políticas eficaces para combatir la inseguridad que nos agobia.
Tal parece que el México posmoderno, arrastra muchísimo de otras épocas que parecían definitivamente superadas. ¿Es el resultado de la desaparición paulatina del Estado tal como lo concebimos y de la construcción de un nuevo orden sin la suficiente racionalidad y sin la legalidad que el hombre requiere para vivir sin sobresaltos, sin creer, como escribía hace años Sartre, que “el infierno son los otros?
El hombre en estado de naturaleza busca defenderse de los otros pobladores de la selva, de las otras fieras. Busca sobrevivir. Esa es la explicación de la teoría del homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre) de Thomas Hobbes. Sólo se salva quien duerme con un ojo y mantiene abierto el otro. Y, además, quien tiene la astucia y la fuerza necesarias para “madrugar”, para imponerse a los demás. No obstante, la astucia supone cierta capacidad de cálculo y para calcular hay que razonar.
En esa posibilidad está el puente entre la selva y el comienzo del orden social, el tránsito hacia el orden político que le garantizará más que la sobrevivencia al hombre: Su vida. Antes que pensar en sus derechos, el hombre desea vivir. Para vivir, el sujeto se agrupa con los demás indefensos y crea un poderoso ente colectivo, capaz de garantizar la vida de todos. Tal es el origen del contrato social de Hobbes: Proteger y defender a los contratantes. Y ceder sus derechos al Estado. Pero si el Estado falla en sus obligaciones (contractuales) da lugar a que grupos delictivos llenen amplios espacios del territorio nacional y como respuesta a ello, se restituya el derecho natural del hombre a la vida. La autodefensa.
¿Somos ciudadanos en busca del Estado perdido?
Por las experiencias de Guerrero y Michoacán en materia de inseguridad, tal parece que el Estado, ante su fracaso, no puede evitar la emergencia de una suerte de nueva ley de la selva. Como no hay un Estado sólido, también se ha desvanecido la legitimidad que emanaba del monopolio legal de la fuerza física, como advertía Max Weber. Carlos Fuentes tiene razón: Hace falta una nueva legalidad, para una nueva realidad. Pero también, hace falta una nueva racionalidad, un nuevo lenguaje, para entender y para calificar, para nombrar lo nuevo, para identificarlo.
Ante el incumplimiento de la obligación del Estado de garantizarnos seguridad, surgen los grupos de autodefensa en comunidades angustiadas por la inseguridad, sin más recursos que el que les dota el deseo de sobrevivir, espontáneos, llevados por sus impulsos naturales y sin reprimirse por consideraciones dictadas por la razón o el derecho.
Cada día crece el descrédito del “gobierno” de Guerrero. Las ironías, cuando no las burlas se multiplican. El desencanto viene por sus hechos: Instituciones anacrónicas y políticos improvisados, por estrategias que ya no son tan vigentes, por el discurso de antier.
En algún momento vamos a tener que refundar en lo interno el pacto social. Y a la larga, habrá que inventar otra organización para regular la convivencia civilizada.
El gobierno federal tendrá que hacer un esfuerzo ímprobo para recuperar la paz social, con medidas que restablezcan la convivencia civilizada, sin apartarse del orden constitucional.
Michoacán y Guerrero, ponen en evidencia una realidad inocultable: Sus gobernadores han fallado, han sido incapaces de cumplir con su responsabilidad constitucional de garantizar la seguridad. De ahí la urgencia de relevarlos en esta tarea.
Hacerse cargo la federación de la seguridad en Acapulco y Chilpancingo, es una decisión positiva y creo bien intencionada. Se me dirá que de buenas intenciones está empedrado el infierno. Yo respondería que el infierno del angustioso callejón sin salida que hoy perciben con desaliento tantos guerrerenses, se ha ido empedrando por años y décadas y no siempre con buenas intenciones y hasta, en ocasiones, con intenciones francamente perversas.
aresza2@hotmail.com
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