18 de enero de 2012
El Guerrero de la violencia sin fin.
Los acontecimientos recientes indican que maltratar nuestra convivencia es pan de todos los días. Estos son los tiempos de muertos y heridos, de ciudades con altos índices delictivos, de ciudadanos que queremos vigilar el poder y de partidos y gobernantes que abusan de él.
Nos despertamos leyendo o escuchando notas de corruptelas, asesinatos y de políticos demasiado pequeños para el Guerrero que habitan. Un estado orgulloso de su pasado, sin saber por qué, pero impasible ante los miles de guerrerenses que no comparten los beneficios que dicen nuestros gobernantes hemos alcanzado. Campesinos y ejidos casi disecados, de riquezas descomunales y pobrezas desgarradoras. De indígenas despojados de sus derechos y mujeres violadas. De estudiantes masacrados. Este Guerrero nuestro, impulsado por los sueños del futuro y perseguido por los lastres del pasado.
¿Por qué en este tiempo se reditan las prácticas de regímenes que creíamos superado?, ¿por qué estos acontecimientos se recrean en un gobierno postulado por una alianza de izquierdas?, ¿es Guerrero un caso de desarrollo frustrado y la violencia cotidiana su expresión?, ¿en verdad era éste el régimen democrático que buscábamos? La falta de gobiernos competentes está en el corazón de nuestros fracasos. Guerrero sigue siendo el estado de la violencia sin fin. De administraciones públicas mediocres y rapaces. De visiones patrimoniales del poder, de derechos de pernada, poderes públicos subordinados al menor gesto del gobernante. Poderes convertidos en instancias de ritualización. De la democracia condenada a la baja calidad. De partidos políticos donde se refugian no precisamente lo mejor de nuestra sociedad. Es el Guerrero que describía Luis Donaldo Colosio al referirse a la tragedia nacional, del México “con hambre y sed de justicia”.
Ya no están Tespis, Esquilo, Sofocles o Euripedes para explicar nuestra tragedia. “Esos trágicos inmortales dirigieron su atención hacia el mundo interior de los hombres, buscando lo intrínsecamente humano narrando sus aventuras, en las que exploraron los abismos y vericuetos de lo que ellos llamaban alma. Aristóteles postuló que la tragedia, mediante la piedad o el horror era capaz de lograr que el alma se elevara y se purificara de sus pasiones.
Ese proceso, denominado catarsis, es la purificación interior que logra el espectador a la vista de las miserias humanas. El fondo común de lo trágico será la lucha contra un destino inexorable, que domina la vida de los mortales; y el conflicto que se abre entre el hombre, el poder, las pasiones y los dioses”. Sus temas, son sin duda grandilocuentes y, aunque no han perdido vigencia, adoptan en nuestros días significados tan desconcertantes que llevaron a Paul Tabori a escribir La historia de la estupidez humana.
Las primeras palabras de la Introducción de La historia... de Tabori, dicen: “Este libro trata de la estupidez, la tontería; la imbecilidad, la incapacidad, la torpeza, la vacuidad, la estrechez de miras, la fatuidad, la idiotez, la locura, el desvarío. Estudia a los estúpidos, los necios, los seres de inteligencia menguada, los de pocas luces, los débiles mentales, los tontos, los bobos, los superficiales; los mentecatos, los novatos y los que chochean; los simples, los desequilibrados, los chiflados, los irresponsables, los embrutecidos. En él nos proponemos presentar una galería de payasos, simplotes, badulaques, papanatas, peleles, zotes, bodoques, pazguatos, zopencos, estólidos, majaderos y energúmenos de ayer y de hoy. Describirá y analizará hechos irracionales, insensatos, absurdos, tontos, mal concebidos, imbéciles... y por ahí adelante. ¿Hay algo más característico de nuestra humanidad que el hecho de que el Tesauro de Roget consagre seis columnas a los sinónimos, verbos, nombres y adjetivos de la estupidez, mientras la palabra sensatez apenas ocupa una?”.
Hay que decir a Tabori que el poder económico y político está densamente poblado por el elenco que refiere, y que el pilar sobre el que se mantiene ese poder es el interés del dinero, del capital, que todo lo embrutece. Pero aún embrutecido, no deja de ser poder.
Falta mucho por hacer. Guerrero es hoy un estado al borde del abismo. Nuestro futuro puede y debe cambiar, para ello debemos cambiar a los que viven de la política por ciudadanos capaces de fomentar normas cívicas. El ciudadano tiene la tarea de cambiar a México, resume en reciente libro El País de Uno, la politóloga Denise Dresser. n aresza2@hotmail.com
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario