8 de julio de 2013

Escribamos otra historia



Vivimos en medio de una falacia descomunal, en un mundo caracterizado por la violencia. Millones de vidas destruidas y los destinos de los jóvenes, ante la falta de opciones de empleo, estudio y vivienda, son aniquilados. Son estos los problemas que ocupan el espacio público. Vivimos fragmentados, frágiles ante la barbarie.

La crisis y la violencia marcan nuestra cotidianidad, decepcionados de todos aquellos que se comprometieron a combatir la inseguridad una vez que fueran gobierno, “demócratas” que albergan tentaciones patéticas de continuidad.



Más de la mitad de nuestra población tiene perspectivas pesimistas en temas como la violencia o la delincuencia organizada. Los partidos políticos, los legisladores y la policía, todos ocupan los últimos lugares en niveles de confianza. Es generalizada la percepción de que el Estado y las fuerzas de seguridad no protegen al ciudadano, no obstante que así les mandata nuestros preceptos constitucionales. (Segunda Encuesta Nacional de Cultura Constitucional: Legalidad, legitimidad de las instituciones y rediseño del Estado. UNAM).

¿Qué sucedió para que reinen la impotencia, la aceptación generalizada de semejante ruptura en Guerrero? No hay respuesta cierta de la autoridad.

Nadie protege a los condenados de la Tierra, escribo recordando al intelectual Martiniqués Frantz Fanon.

La delincuencia, el secuestro o la extorsión, ahogan todos los temas de nuestra agenda social. Impera una atmósfera aterradora. ¿Puede haber algo más trágico que una
sociedad sumida en el miedo y el dolor?

Las reiteradas declaraciones de funcionarios, condenando los hechos de violencia de nada sirven, salvo para reconocer su inutilidad.

La corrupción institucionalizada de autoridades y nuestra fragmentación se han convertido en el mejor cómplice del otro poder, el poder subterráneo, omnipresente de delincuencia organizada, que cercena nuestras libertades, que nos despoja de patrimonio y vidas de familiares y amigos. La frivolidad e ineptitud de las autoridades es tierra fértil para el despojo de nuestros derechos.

El cúmulo de dificultades del presente, son obstáculos que entre todos debemos superar con vistas a un futuro mejor. Esa será nuestra recompensa.

“Existe el riesgo de la apatía, la creencia de que no hay nada que hacer en contra de los múltiples males que nos azotan: La miseria, la ignorancia, la injusticia o la violencia están ahí, en espera de que nosotros hagamos algo para vencerlas.

Aislados no podremos cambiar el rumbo de la historia. Cada uno de nosotros podemos esforzarnos en cambiar una pequeña parte de esos acontecimientos y la suma de todos esos actos será la historia que escriba esta generación.

Es con base a innumerables actos de inteligencia y solidaridad como la historia humana queda escrita.
Cada vez que un hombre lucha por un ideal, o actúa para ayudar a otros, está generando una pequeña ola de esperanza, capaz de derrumbar los muros de corrupción y negligencia.

Ese es el papel que la historia nos ha asignado.

Son tiempos de peligros e incertidumbres, pero también son tiempos más abiertos a la creatividad y a la solidaridad verdadera.

“Todos tenemos que contribuir para crear un mundo nuevo”, concluía Robert Kennedy, el 6 de junio de 1966, en la Universidad de Capetown, Sudáfrica.

Los guerrerenses no tenemos geografía de recambio ni otro suelo que el que habitamos, con sus territorios definidos que van de los jardines a los cementerios.

aresza2@hotmail.com

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