20 de septiembre de 2014

El PRD, sus Elecciones y la Fábula de la Rana y el Escorpión


¿Qué factores condicionan a un gobernante para intervenir en el proceso interno del partido que le llevó al poder?

Los desencuentros entre las corrientes internas del Partido de la Revolución Democrática no son nuevos, hasta podríamos afirmar, por su recurrencia, que es la característica del mayor partido de izquierda en México.

Basta recordar los resultados de la investigación del proceso interno del 17 de marzo del 2002, ordenada por la dirección del PRD a la Comisión para la Legalidad y la Transparencia presidida por el doctor Samuel del Villar, para fundamentar esta aseveración.

En el Informe presentado se determinó que el partido "corrompió su vocación democrática", que los fraudes aún "plagan" las elecciones internas y denunció que "los principales promotores del desprestigio social (del PRD), antes que de los naturales y legítimos adversarios posicionados en otras trincheras ideológicas, corre a cargo de los mismos perredistas", algunos "con ambiciones de poder e incluso de dinero".

Advierte: "Aunque sea para bochorno nuestro, las irregularidades son la regla, y las trapacerías de todo tipo estuvieron reiteradamente presentes, desaseando los procesos electorales".

Los comisionados resumen que las irregularidades fueron de tal grado "que puede aseverarse que no hay una sola práctica fraudulenta denunciada por nosotros como oposición frente al otrora invencible Partido Revolucionario Institucional (PRI), que no se haya producido en el marco de esta elección interna".

La resolución señala que el problema de raíz que padece el partido del sol azteca "es ético y político". Y añade: "Hay, pues, una crisis moral. Así lo denotan la influencia generalizada de las ambiciones antidemocráticas de

poder e incluso de dinero, su agrupamiento en facciones que fragmentan la unidad del partido y la subordinación del marco institucional a sus intereses"

El pasado domingo 7 de septiembre se celebraron elecciones para renovar los órganos de gobierno del PRD, con las mismas prácticas reseñadas por Samuel del Villar, pero con un nuevo elemento que extiende los vicios de sus procesos internos, que pervierte la vida pública de Guerrero y exhibe la inmoralidad de su gobierno.

Al no ser postulado por su partido, el Revolucionario Institucional, Ángel Aguirre Rivero, renunció el miércoles 24 de agosto del 2010 a su militancia y se dijo “puesto” para ser postulado a la gubernatura por la coalición opositora Guerrero nos Une (PRD-Convergencia y PT), a fin de enfrentar al priista Manuel Añorve Baños.

El resultado es conocido, pero sus seguidores desprendidos del PRI, llevaron su mudanza más allá: formaron su propia corriente para ganar espacios e incidir en los procesos internos del partido que les acogió.

Las venas del PRD se abrieron para el financiamiento de Izquierda Progresista Guerrerense (IPG) corriente que encabeza el diputado local, Ángel Aguirre Herrera, con apoyos provenientes del gobierno del Estado, orientados a áreas y municipios muy específicos, como Acapulco y sus franjas de pobreza.

A las luces y sombras de las elecciones del sol azteca, señaladas por Samuel del Villar, se agregó la intromisión del poder para beneficiar a la corriente gubernamental IPG, con un ejército de empleados de la administración pública y recursos financieros y materiales denunciados con oportunidad.

Integrantes del gabinete del gobernador Aguirre Rivero, hicieron público su compromiso con el proyecto de IPG, son copartícipes en su gestación y dirección política, situación sumamente grave, que de no procesarse debidamente puede llevar no solo a la ruptura de las alianzas que les llevaron al poder, sino a una crisis innecesaria de gobierno.

Desde el punto de vista ético considero que las condiciones de participación de IPG, que tiene su base económica y política en el gobierno, es reprobable, ajena a la reciprocidad política, ya que, “ahiga sido como haiga sido”, el PRD fue el partido que acogió y cedió la candidatura a Aguirre Rivero cuando fue desechado del PRI. Esta ingratitud me recuerda la fábula del escorpión y la rana. En ella un escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río prometiéndole no hacerle ningún daño. La rana accede subiéndole a sus espaldas pero cuando están a mitad del trayecto, el escorpión pica a la rana. Ésta le pregunta incrédula "¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos", ante lo que el escorpión se disculpa "no he tenido elección, es mi naturaleza".

aresza2@hotmail.com

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