26 de febrero de 2015
De Nepotismo y Excepciones
Porque lo hemos permitido, en México, los partidos políticos cometen todo tipo de excesos. Aún sin terminar el proceso de selección de candidatos, podemos afirmar que una gran cantidad de ellos se distinguen por ser esposas, hermanos, hijos y uno que otro pariente más.
Todo partido que incurre en el nepotismo va por mal camino. El nepotismo para la democracia es mortal, y en una organización política, si se heredan los puestos, no es un partido democrático. Es lamentable la profundidad de esta práctica, ahora que tenemos la obligación de tomar decisiones mediante procesos transparentes, incluyentes.
Hoy es más fuerte que nunca la práctica de heredar los cargos de representación popular, configurando monarquías hereditarias, inclusiones de vástagos y consortes en las listas de candidatos plurinominales a diputados federales, locales y regidores.
El único mérito de esos jóvenes y consortes es ser hijos o esposas de dirigentes partidistas o legisladores en activo. Porque la ambición les seduce, quieren correr, subir por el elevador, como una plaga de la política mexicana, tan vieja y a la vez renovada.
Y eso es desastroso, porque en México vivimos en una república, no en una monarquía.
Hay muchos cuadros en los diferentes partidos, con méritos suficientes para aparecer en lugares apropiados en las listas de candidatos, quienes ahora son desplazados por un nepotismo galopante.
La familia tiene derecho a tener oportunidades siempre y cuando se las ganen, acumulando merecimientos.
Privilegiar el hecho de ser hijo o esposa de un político, sólo conduce a una mayor crisis de representación y de confianza.
Voy a reproducir la aleccionadora columna de Joaquín López Dóriga, en su texto “Otra cámara junior”, en el que exhibe a los hijos del poder, que junto a los chapulines, oprimen los resortes necesarios para satisfacer desmedidos apetitos personales.
“Una vez, hace algunos años, el licenciado Miguel Alemán Velasco me contó que estaba por casarse con Christiane Martel, pero que su papá, el ex presidente Miguel Alemán Valdez, no quería y le dijo que, de hacerlo, no sería en su casa.
Miguel, enamorado perdido, le pensó y pidió una cita con el presidente Adolfo López Mateos, a principios de 1961, al que conocía y lo recibió.
-¿Qué pasó Miguelito? -le saludó. -¿Tú también quieres ser diputado como todos los hijos de mis amigos, por decisión de sus papás?
-No, señor presidente -le contestó- yo no quiero ser candidato, quiero casarme y que usted sea mi testigo para que mi papá, que no quiere, asista. Si va usted, él ira.
-¡No me digas! –dijo López Mateos, asombrado de que no quisiera ser diputado.
-Sí, y tampoco quiere que me case en su casa –la de entonces Fundición, sede de la fundación que llevó su nombre.
-Pues hecho. No sólo seré tu testigo, sino que te vas a casar en mi casa –la de avenida San Jerónimo que usó como residencia presidencial, pues nunca se cambió a Los Pinos.
-Pero te voy a pedir una cosa: Al salir declara a los reporteros que no quieres ser candidato a diputado, que los hijos de los políticos no deben serlo sólo por ser hijos de sus papas.
-Si señor presidente.
-Y es que con tantos hijos, ésta, en lugar de ser Cámara de Diputados va a ser la Cámara junior”, le dijo con su sentido realista del humor.
Miguel salió y declaró lo acordado con López Mateos sobre los juniors, escenario que hoy, más de medio siglo después, se repite en la nominación de candidatos a diputados de todos los partidos, donde hay hijos, hijas, yernos, cuñados y demás parentela por ese sólo hecho: Ser parientes.
El 21 de marzo de 1961, Miguel se casó con Christiane, con asistencia de sus padres, el presidente López Mateos fue testigo de honor y 54 años después sigue felizmente casado.
Y mantuvo su palabra: No entró a la política hasta la muerte de su padre, don Miguel, en mayo de 1963. Fue senador y gobernador de Veracruz. Ahora dedicado al estudio de episodios de la historia mexicana, inquietud que comparte con miembros de su generación universitaria: La del medio siglo.
El nepotismo, esa ventajosa forma de escalar la cúspide, degrada la política, ofende a la militancia partidista y desilusiona a los aspirantes a políticos, porque impide el desarrollo y crecimiento de nuevos cuadros.
Los hijos y esposas de la Talacha, sin familias influyentes y todopoderosas, hacen camino al andar. A ras de suelo, en la brega diaria, desgastan la suela de sus zapatos. Van cosechando imperceptibles resultados, de alto valor para su organización. Su fuerza, única y transparente, se sustenta en el trabajo apasionado, en el gozo íntimo del deber cumplido.
A manera de reflexión, nos quedamos con una de las frases de Luis Donaldo Colosio: “Soy heredero de una cultura del esfuerzos, y no del privilegio”.
Pero, ¿los tiempos y las decisiones del presidente López Mateos, serán los momentos y las determinaciones de los políticos de hoy?
En mi siguiente colaboración, como lo enunciamos al principio, lamentablemente comprobaremos que no.
aresza2@hotmail.com
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