El Día Mundial de la Juventud se vio empañado por la gravedad de los problemas que enfrentan, sobre todo el desempleo y la cancelación de oportunidades para seguir estudiando en numerosas zonas del planeta.
El rostro de América Latina es joven. El 19.5 por ciento de su población tiene entre 15 y 24 años, un índice solamente superado por África (un 20.3 por ciento), y es la única región del mundo cuya juventud experimenta un crecimiento sostenido. Pero su panorama no es alentador. En Iberoamérica (América Latina, España y Portugal) hay cerca de 150 millones de jóvenes, de los que el 45 por ciento –unos 68 millones– están en paro, según un estudio de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ). Unos 105 millones están en América Latina. “Los jóvenes son invisibles para la sociedad”, asegura el chileno Eugenio Ravinet, presidente de la OIJ. “Salvo contadas excepciones, no existen políticas sociales dirigidas específicamente a ellos”.
En su Informe Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2010, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que a finales de 2009, de los 620 millones de jóvenes económicamente activos entre 15 y 24 a nivel mundial, 81 millones estaban desempleados –el número más alto en su historia. Esto representa 7.8 millones más que en 2007. El Informe agrega que estas tendencias acarrearán importantes consecuencias para los jóvenes a medida que nuevos candidatos que ingresan al mercado laboral se suman a las filas de los desempleados.
La generación mejor formada de la historia, la generación del conocimiento, ve canceladas sus expectativas, ha perdido toda esperanza de trabajar y lograr una vida decente.
En las economías en desarrollo, donde vive 90 por ciento de los jóvenes, la juventud es más vulnerable al desempleo y la pobreza. Según el estudio, en los países de menor ingreso, el impacto de la crisis se traduce en menor cantidad de horas trabajadas y en reducción de salarios para los pocos que pueden mantener un empleo formal. “En los países en desarrollo la crisis domina la vida diaria de los pobres”, afirma el director general de la OIT, Juan Somavia. “El resultado es que la cantidad de jóvenes atrapados en la pobreza laboral ha crecido, y que el círculo de la pobreza laboral persistirá por lo menos otra generación”, agrega.
En México, actualmente existen cerca de 44 millones de jóvenes dentro de la población económicamente activa y se estima que para el año 2020 esta cifra ascenderá a los 64 millones. Por su parte, la tasa de desempleo juvenil en México es significativa, pues el 41.4 por ciento de jóvenes de 15 a 24 años se encuentran desempleados, de los cuales 45.8 por ciento son mujeres, mientras que el 38.3 son hombres. Esta tasa de desempleo juvenil es de las más altas en América Latina: Chile (32.2 por ciento), Ecuador (40.2 por ciento), Uruguay (42 por ciento).
Dato alarmante es la cantidad de jóvenes latinoamericanos que no estudian ni trabajan: uno de cada cuatro, según el Informe de la OIJ y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). “Las consecuencias de una juventud sin oportunidades son muy graves. La incapacidad para encontrar empleo crea una sensación de impotencia e inacción entre los jóvenes que puede conducir a un aumento de la delincuencia, de los problemas de salud mental, de la violencia, los conflictos y el consumo de drogas”, advierte el Informe.
El mayor problema, asegura Ravinet, es el escepticismo ante la juventud. “Se cree que a los jóvenes no les interesa su futuro, que son apáticos, que no desean involucrarse en las decisiones y es mentira. El deseo de un joven es muy simple: tener la oportunidad de estudiar y un empleo; y que su gobierno no lo abandone. Para atender a la juventud no basta con organizar un partido de futbol o un concierto de rock”.
La crisis es una oportunidad para revaluar las políticas y hacer frente a las serias desventajas que enfrentan los jóvenes al entrar al mercado laboral, con estrategias integradas y exhaustivas que combinen políticas educativas y de formación con políticas laborales destinadas a los jóvenes. Es alarmante que existan 7.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. “Necesitamos hacer un enorme esfuerzo en el país, porque las tasas de cobertura de educación no son las que México requiere”, afirmó José Narro, rector de la UNAM, atendiendo los deberes de guía de la juventud que el cargo le impone. Nunca antes en la historia de la UNAM la demanda de aspirantes se había elevado a 314 mil, de los cuales solo se aceptaron 51 mil 500. ¿Cuál será el destino de los jóvenes rechazados en las instituciones de educación superior?
El Estado no puede seguir eludiendo su responsabilidad. Se regenera el tejido social, o nos sepulta la violencia. Un continente que se dedica a las fiestas y alabanzas de su pasado, pero que no es capaz de hacer su presente digno de las glorias que ensalza, no tiene futuro.
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