1 de agosto de 2010

Reconciliar Puntos de Vista

La democracia no es solamente, como frecuentemente se dice, el gobierno de la mayoría (las dictaduras de Stalin y Mussolini también fueron respaldadas por la mayoría); por el contrario, la democracia es el sistema que se destaca por respetar a las minorías. Consenso y disenso forman parte sustancial de ese régimen político. Bobbio acostumbraba preguntar ¿qué vale el consenso allí donde el disenso está prohibido?

En la dinámica propia de la democracia, en donde debe haber un contacto permanente entre la mayoría y las minorías para alcanzar acuerdos, juegan un papel fundamental el diálogo y la tolerancia; eso excluye los extremismos.

Éste es tema siempre de actualidad en los procesos internos que celebra el Partido de la Revolución Democrática, tema que en no pocos casos, ante la imposibilidad de procesar sus diferencias le ha llevado a descalabros electorales. Se lleva años haciendo lo mismo y la lección de cada elección aún no se aprende. Aunque esas diferencias se presenten como irreconciliables, es mejor para el partido discutirlas, debatirlas, sin insultos ni descalificaciones, preludio de una condena al fuego eterno. La intolerancia desnaturaliza la democracia.

Que el método tenga el propósito de levantar una candidatura, no liquidar adversarios ni enterrar la democracia.

No enarbolo una idea religiosa de los partidos. Son entes históricos. Pero tengo la convicción que el PRD, con todos sus defectos, constituye todavía una pieza valiosa para reconstituir fuerza y cultura de izquierda en México. La fuerza política no servirá de mucho si no va acompañada de propuestas unitarias.

Sin ser una carrera contra reloj, hay cierta urgencia, son los momentos de una pedagogía democrática para construir un proyecto popular, amplio y democrático. Es competencia por objetivos. Corresponde explicitar las urgencias, sin caer en impaciencias.

Después de los fracasos electorales todos concuerdan en que se requieren los votos de los grupos y liderazgos excluidos. Por razones de principios y no simplemente electorales lo hemos venido subrayando.

Si el pacto político suscrito por cinco de los seis aspirantes y los acuerdos del Consejo Estatal perredista trastocan la legalidad de los procedimientos contemplados en los estatutos del partido es recomendable su reposición a una ruptura que le lleve desde ahora a la derrota. Tampoco es válido “jalar pal monte” enarbolando las “Tablas de Moisés”. En política siempre hay opciones para generar nuevas formas de convivencia. Ésta es una buena oportunidad para demostrar a la sociedad que en el PRD existe un poco de congruencia. Es tiempo de generar la autocrítica necesaria para enmendar yerros, desterrar vicios y construir propuestas. En esta hora es más relevante y urgente que nunca acometer la tarea de reinstalar una izquierda unificada.

No creo equivocarme al afirmar, por ser una historia conocida, que el mayor desafío del PRD es la elección de su candidato a la gubernatura del estado. Frente a este desafío, habrá que enarbolar, una vez más, las tesis de la democracia acuñadas por Norberto Bobbio, que defienden la pluralidad, la tolerancia, el respeto a aquellos que piensan distinto, el civilismo. Entonces, es positivo que existan ideas para debatir, más allá si a uno le gustan 100 por ciento o no. Es posible que la inconformidad de un aspirante resulte agria y parezca interminable, pero de ahí a la herejía hay un buen trecho.

Para participar en competencias fraticidas, entre pequeños fragmentos, nadie debe estar disponible. ¿Es necesario recordar los resultados de esas luchas internas en el plano constitucional?

Si en el PRD sus procesos internos han topado con ánimos encontrados, la construcción de un proyecto democrático y popular exige de los grupos y corrientes reconciliar sus puntos de vista y no excluir los veneros históricos y sociales que les han dado vida; tejer nuevos entendimientos, más amplios y comprensivos, con base histórica y con espacio para los nuevos grupos y miradas. Es un punteo programático básico para que avance el movimiento popular, tenga flexibilidad aliancista y posibilidades reales de triunfo.

Se debe llegar con todos y a tiempo. Ésta es una gran ocasión para hacer del proceso interno un momento de síntesis y transformación; construir una presencia insoslayable de la izquierda y construir organización social. La fuerza política no servirá de mucho si no se acompaña de fuerza social, de pequeñas o grandes organizaciones que permanezcan en la base cuando el perfume de las elecciones se extinga y quede siempre allí el de la lucha de todos los días por una sociedad justa.

Guerrero exige una izquierda que sea tal, que supere el debate estéril. Que en el diálogo y la tolerancia se amalgame el acuerdo. ¿Será capaz el partido del sol azteca de contar con los mapas y la brújula adecuada para marcar o seguir la ruta justa? 

Para terminar sólo quiero subrayar que el PRD es una organización gestada en proyectos colectivos, no en apuestas individuales. 

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