22 de agosto de 2010

Izquierda y Esperanza

La izquierda no está en su mejor momento. La izquierda es un entramado de sentimientos y una potente estructuración teórica. Su optimismo histórico, que la hace metodológicamente crítica es, antes que nada, un tributo a la esperanza. Sin la convicción de que el hombre y la sociedad pueden mejorar, todo cuestionamiento del presente se hace vacuo.

De la esperanza nace el coraje. Miles, sino millones han muerto por ideas libertarias; Allende en La Moneda, el Che en una selva de Bolivia, Rosa Luxemburgo recibiendo el culatazo artero, Robespierre en la guillotina; del líder campesino Rubén Jaramillo, ejecutado en Cuernavaca, o la persecución y aniquilamiento de Lucio y Genaro; cuántos bajo la tortura, el montaje criminal o lanzados al mar. La lista es gigantesca.

Mil formas de dignidad ha desplegado la izquierda. Recabarren se negó a asumir como parlamentario cuando se le trató de imponer un juramento religioso que violentaba sus concepciones científicas del hombre y el universo. El asesinato y martirio del senador Belisario Domínguez por su oposición a la dictadura de Huerta. Ese abanico de coraje, esperanza y dignidad no sólo es un sentimiento, sino también expresión de un optimismo histórico que teorizado por primera vez por Condorcet y Hegel, encuentra en Marx una síntesis notable como expresión superior de lucha por las libertades.

Aún en nuestros incomprendidos tiempos posmodernos de los que mucho se habla pero poco se comprende, las ideas de izquierda en su dimensión original, es decir libertaria, su desconfianza en el mercado salvaje, su opción por la ciencia, su visión integral del mundo (hombre-naturaleza), tienen renovada vigencia.

La izquierda ha sido la Casandra científica de nuestros tiempos. Hay también una tierra prometida, aun después de la caída del Muro y de las burocracias que reprimieron, asesinaron y enriquecieron en nombre del socialismo, millones han renovado, sobre todo en América Latina, su esperanza en un mundo mejor.

Los dolores que quedan son las libertades que faltan.

En la actualidad, preocupa la situación casi dramática de la izquierda: la desconexión entre el lenguaje y la realidad, el lenguaje de la gente. El lenguaje de la izquierda es un lenguaje a veces incomprensible, escrito en códigos para una minoría de elegidos, que busca mas ecos que voces, es un lenguaje que habla consigo mismo y, desde mi punto de vista, es uno de los factores de la impotencia tradicional de la izquierda para llegar a los grandes sectores populares.

Lo cierto es que, en cuanto a la comprensión de la realidad social, la izquierda ha avanzado poco. En ciertas áreas ha caminado resueltamente hacia atrás. Muchos quieren abordar un oxidado vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo, corriendo el riesgo de aumentar su insólita colección de generaciones perdidas. Otros han perdido la cabeza al cruzar las vías del tren del pragmatismo. Ambas, corren el riesgo de desperdiciar, una vez más, su oportunidad política. Una izquierda afectada de dogmatismo poco sirve a la lucha popular y al mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros millones de pobres. Lenin ha escrito que la política es la economía concentrada. En esta hora, ojalá nuestro pueblo tengan la sabiduría para elegir gobernantes a quienes no les quede grande la camisa democrática.

Y ojalá también sepan resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de nuestro atraso y pobreza no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional, por una democracia participativa caótica.

Afinar el discurso para que los votantes se sientan protegidos debe ser tarea de educación hacia el pueblo. Pese a sus diferencias, el diccionario político del siglo XXI debe unir a la patria. Es la hora de cambiar.

La esperanza nunca es un error, no importa cuántas veces sea defraudada.

Yo aún espero un nuevo día para Guerrero. Espero un futuro de grandeza para nuestros pueblos, y una izquierda vigorosa con una práctica política más congruente. Llegará el día en que la democracia, el desarrollo y la paz llenarán las alforjas de la región. Llegará el día en que cesará el recuento de las generaciones perdidas.

Leer artículo en La Jornada Guerrero 

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