8 de octubre de 2013

Lecciones de la tragedia



Si hay un santuario de la corrupción, es Acapulco, lugar donde se recrean las prácticas de enriquecimiento desmedido y la irresponsabilidad oficial; paraíso donde de la noche a la mañana los políticos se hacen ricos y los sectores más vulnerables de la sociedad continúan en la miseria.

Los huracanes Manuel e Ingrid desnudaron la negligencia, el cinismo y la ineptitud de nuestra clase política.

Llegó el momento de cumplir. Llegó el momento de que lo ambiental sea una prioridad, un tema de seguridad nacional y de salud pública, no un asunto menor. Donde la protección civil se tome en serio y subordine a criterios técnicos y profesionales y no sigan siendo premios de campaña.


Tenemos ante sí el enorme reto y compromiso de conciliar, de manera adecuada, el desarrollo con la protección y cuidado que requiere nuestro capital natural.

Los pactos ambientales entienden que el desafío es procurar el desarrollo conservando las áreas naturales protegidas, respetando los cauces pluviales, en donde los intereses económicos no pueden estar más, como tradicionalmente lo han hecho, por encima de los ambientales.

Para los acapulqueños, una nueva etapa está comenzando, en donde lo irregular debe ser resuelto con eficacia, pero también con prontitud. El tiempo apremia.

Las cosas deben hacerse de manera diferente, el municipio debe tomar la iniciativa para resolver los graves problemas que nos arrasan, lo mismo en lo social, en lo económico y ambiental; recuperando el protagonismo que la Constitución General de la Republica y la Ley del Municipio Libre le reserva, sin más lamentos ni excusas, con una sociedad civil aliada. La autoridad municipal no puede ni debe consentir seguir siendo el convidado de piedra.

Por principio debe retomar las facultades que la ley le otorga, diseñar desde ya, un programa de revisión y recuperación de canales pluviales y cauces naturales del agua, que se encuentran bloqueados por construcciones realizadas al margen de la norma, con licencias municipales que solo se explican por sinvergüenzadas de servidores públicos; tomar acciones que permitan el reordenamiento, con políticas que busquen en todos los casos el bienestar de la generación actual y futura.

Un reordenamiento que comprenda la planeación del crecimiento urbano y recuperación de áreas invadidas. Un asunto marginal cuando debe ser una prioridad. No hay que esperar que la naturaleza nos recuerde, otra vez, lo que estamos obligados a hacer.

Apostemos a la cultura de la prevención, porque "por cada peso que se invierte en acciones preventivas, se ahorran siete en obras y tareas de reconstrucción. Pero en México la inversión en prevención de desastres es 30 veces menor de lo que se gasta en atender las emergencias y la reconstrucción.

aresza2@hotmail.com

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